jueves, 15 de septiembre de 2016

E1. ARQUITECTURA E HISTORIA DE NAPOLES (EJEMPLO DEL URBANISMO BARROCO ITALIANO)

Aquejada de graves problemas de superpoblación ya desde el principio del siglo XVII, sin apenas posibilidades materiales de satisfacer plenamente todas las demandas y necesidades que un tremendo número de ciudadanos pedían, especialmente en lo urbanístico, la ciudad de Nápoles se va a ver marcada seriamente por estos condicionantes. Además, las disposiciones de los diferentes virreyes españoles no fueron del todo tolerantes en cuanto al tema de otorgar licencias para nuevas construcciones destinadas a alojar a la creciente población, las cuales chocaban con el acaparamiento de terrenos por parte de los entes eclesiásticos, en imparable expansión.


De las construcciones realizadas en este momento destaca la del Palazzo Reale, a cargo de Doménico Fontana, en 1602, frontero al mar Mediterráneo y muy cercano a la mole de Catelnuovo. Se van a ampliar vías, como la de Santa Lucía o la de Mergellina; se une el alto de Pizzofalcone y la colina de Portelle mediante un puente y aparecen unidos como en único bastión el castillo de Sant´Elmo y el convento de San Martino, dominando una ciudad que parece derramarse hacia el mar.

En lo religioso, destaca sobre todo el entorno de la iglesia de Santa Maria della Sanità, obra de fray Nuvolo (en 1602-1603), que propició la formación de un auténtico barrio bautizado con el mismo nombre que el de la citada construcción. Del mismo autor es la iglesia de San Carlo all´Arena (entre 1610 y 1631) y se va a proceder a la reconstrucción de la iglesia de Santa Maria degli Angeli, que fue erigida en 1581.

Pero la llamada revuelta de Masaniello, desencadenada por la aplicación de un impuesto sobre la fruta y que sacudió hasta sus cimientos la ciudad en 1647, es la que va a dar lugar a una serie de transformaciones importantes sobre algunos de los espacios de Nápoles. Las brutales acciones que se llevaron a cabo contra la aristocracia se centraron sobre todo en destruir los bienes muebles y diversas posesiones de los nobles hasta reducirlos a cenizas conforme a la costumbre de hacerlo públicamente encendiendo grandes hogueras.

Pero no solo los citados tumultos dañaron gravemente edificios y viales, sino que también causaron importantes destrozos la intervención de las tropas españolas para sofocarlos. Lo que fue evidente después de estos sucesos era la necesidad de establecer un plan ambicioso de restauración que reparase tantos desperfectos. El virrey español al frente de la política de Nápoles en ese momento era el Conde de Oñate, pero su labor no resultó fácil en medio de un clima de alianzas y discordias que se vivió en Nápoles entre 1648 y 1653.

La bella ciudad se va a ver literalmente invadida por equipos de constructores no profesionales, al tiempo que se advierte un claro receso en el impulso constructor de algunos entes eclesiásticos, mientras que la conflictiva presencia militar deja de ser evidente en la ciudad al producirse un desplazamiento de las tropas españolas en 1650, que abandonan sus ubicaciones cercanas a la Via Toledo, para ocupar los populares Quartieri Spagnoli, en la colina de Pizzofalcone.

Este traslado dejó libre una gran zona céntrica de la ciudad, que fue rápidamente aprovechada para dar alojamiento a la población civil, pues ya desde inicios del siglo XVI, Nápoles era, con diferencia, una de las ciudades más pobladas de Italia, con unos 425.000 habitantes. Se hacía preciso descongestionar de algún modo la ciudad, sobre todo en los espacios y focos donde había tenido mayor incidencia la citada revuelta.

Hacia 1648, como se ha indicado, se aprecia un significativo decrecimiento de las construcciones monásticas, en favor de las edificaciones civiles. No obstante, la política conventual no cesó en su deseo de expansión, aprovechándose del llamado «derecho a la isla», aunque, al no aumentarse el número de fundaciones, se llegó a un cierto equilibrio finalmente.

Se proyectó la construcción de una gran plaza en el centro de la ciudad, en correspondencia con el antiguo foro, pero este plan no llegó a realizarse. Tenía como finalidad dar una mayor magnificencia al Palazzo di Città y asignar a la plaza funciones representativas e incluso militares. Estas iniciativas contaban con el respaldo y amparo del virrey, el citado Conde de Oñate, que apoyó también el intento de unir el plan de saneamiento a un impulso de la actividad productora de la ciudad.

En la actual Via Grande Archivio, en la que se encuentra el rico Archivo de Estado de la ciudad, se colocó en 1650 la llamada Fuente de la Selleria, justo frente a la puerta de acceso al citado archivo, y cuya última labor de restauración se concluyó en el mes de septiembre del año 2000.

Dicha fuente presenta en su remate una gran lápida con una inscripción en la que se resalta la grandeza de la calle en la que está ubicada. Se hace también en ella un llamamiento a la laboriosidad y a la industria; con ello se buscaba tal vez la justificación de su emplazamiento en una zona de tiendas y comercios.

En la segunda mitad del siglo, fueron demolidas algunas casas de la llamada Plaza de la Merced, punto neurálgico de la rebelión, por orden del Duque de Peñaranda; se hicieron obras en el puerto, que en parte reflejan los proyectos que una vez realizara Doménico Fontana, que se había retirado tras la muerte de Sixto V a Nápoles, donde fue nombrado arquitecto real e ingeniero mayor del reino en 1592; su labor se centró allí en los trabajos que realizó en la catedral, en la iglesia de Gesù e Maria y el Palazzo Reale, ya citado anteriormente, antes de morir en la citada ciudad en el año 1607.

En la Piazza R. Sforza se construyó el Monte de Misericordia, incluyendo el obelisco de San Genaro, y en el burgo de Chiaia, sobre la colina de Posillipo y la de Capodimote, se levantaron una serie de villas nobiliarias o quintas de caza. Asimismo, el Duque de Medinaceli, virrey, a finales de siglo hace construir un paseo arbolado de estilo francés junto a la playa de Chiaia (la actual Riviera di Chiaia).

Otra serie de informaciones documentales permiten analizar más extensamente el proyecto urbano napolitano. Son informes que revelan las intervenciones en Castel Sant´Elmo, iglesia del Carmine, en una nueva dársena y los alrederores de Castelnuovo.

Algunos planteamientos tan solo tienen un mero interés arquitectónico, pero hay otros que tienen una gran importancia desde el punto de vista urbanístico. La idea era potenciar la mole de Castel Sant`Elmo y, para Castelnuovo, se pensó en derribar y completar un edificio a modo de silla del puerto, situado ante el flanco de la iglesia de Santa María la Nueva. Se procuraba de esta forma que, entre la iglesia del Carmine y el baluarte, se equilibrasen las relaciones entre los interiores y los enlaces de las calles.

Para la cuestión de la dársena, se abre un debate diferente que trata de responder a las cuestiones de dónde y cómo construirla, pero en todos los casos deberá primar el criterio defensivo-militar.

Hacia 1692, se proyectan con minuciosa planimetría la avenida de la Incoronata y otros palacios y conventos que desembocan en Castelnuovo. Se quiso demostrar que el edificio llamado del Seggio en el puerto no ocasionaba daño alguno al castillo.

Para el imponente torreón de Santa Maria del Carmine, la cuestión era más compleja. La obra que se propone estaba en relación con los referidos disturbios de 1647, ya que la plaza aledaña, la Piazza Mercato, que fue testigo de la decapitación del jovencísimo Corradino en 1268 y sería escenario en 1799 de la ejecución de todos los dirigentes de la llamada República Partenopea, fue durante el levantamiento de Tommaso Anielo, Masaniello, el punto crucial de la rebelión. Se propuso separar los cuarteles de los soldados que custodiaban el baluarte de los aposentos de los religiosos mediante la construcción de nuevas fortificaciones y pasos para los soldados. El proyecto fue obra de Donato Cafaro y Francesco Antonio Picchiatti, artífices de gran prestigio.

En torno a la nueva dársena, en la zona costera, hubo dos puntos de vista. En 1666, Don Pedro de Aragón, en un largo informe, exponía las razones religiosas, sociales y comerciales de la construcción de la dársena y de los edificios anexos, entre los que se preveía el levantamiento de un hospital para los galeotes y los esclavos de las galeras. Basándose en ello, el ingeniero militar de origen flamenco Carlos Beroldinguen mandó a Madrid un informe en el que manifestaba la poca eficacia defensiva de Castelnuovo y la poca utilidad de acercar al mismo otras construcciones, como la dársena y el hospital citados, cuando lo más aconsejable y lógico desde el punto de vista de estrategia militar era despejar lo más posible dicha zona.

En 1666, en Madrid, la Consulta atiende el plan del citado ingeniero y manifiesta el deseo de que se reconozca el Castillo Nuevo, pues es el refugio posible del virrey en caso de tumultos populares, como ya pasó en tiempos del mando del Cardenal Zapata. Se ordena suspender la construcción del hospital y se aconseja fortificar el lado del convento de Santa Lucía, ya que, en caso de producirse rebeliones o levantamientos, estaba carente de defensas y podría ser ocupado fácilmente por el populacho.

En el resto del siglo XVII, se mostrará un vivo interés por el entorno de Castelnuovo y el Carmine, como sendas entidades de valor estratégico militar, con vistas tanto a los posibles ataques de un enemigo exterior como a los posibles conflictos que pudiesen nacer en el corazón mismo de la ciudad y que tan frecuentes se había demostrado que eran.

DOS EJEMPLOS DEL URBANISMO BARROCO ITALIANO: TURÍN Y NÁPOLES 
Dr. D. Cristóbal Marín Tovar 

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